Un peregrino del cambio

«I can’t get no satisfaction» (no encuentro satisfacción) es la frase musical del grupo de rock The Rolling Stones, que marcó la vida de Patricio Goycoolea, desde su adolescencia en adelante. Tras años de viajes alrededor del mundo, lujos y éxitos , su  profunda insatisfacción interior no lo dejaban vivir en paz . Por esto, decidió optar por una vida de desapego, disciplina y silencio. Hoy ya no es Patricio, es Jikusan, el primer monje Zen chileno que tiene clara su misión: No tocar el mal, no aferrarse al bien y vivir en el aquí y ahora.

Por: Andrea Marinetti F.

Son las 12.30 pm. en el centro de meditación El Zendo, ubicado en la maravillosa zona de Tunquén. Ésta es la hora que Jikusan prepara la ceremonia del almuerzo, todo en absoluto silencio. Las mesas son de madera y están construidas especialmente para sentarse en el suelo. En la cocina se encuentra Paula, preparando la comida. Ella viene algunos fines de semana a meditar junto a Jikusan, lo conoce hace ya 10 años.

Son cuatro personas las que almorzarán junto al monje zen, y podrán conocer esta especial ceremonia que se practica en los monasterios de la India y Japón. Las comidas se sirven en tres cuencos de distinto tamaño y el menú siempre es vegetariano. Al término de la comida cada miembro de la mesa limpia sus implementos, y pone las sobras de alimento en una vasija para ofrendarlo a los espíritus del lugar.

De mirada serena, voz pasiva y gran sentido del humor, Jikusan recorre su centro y habla de los hermosos recuerdos de su infancia. Una niñez llena de alegrías, de juegos, de vida en el campo. Un momento de su vida en donde predominaba la felicidad. Un estado de paz que terminó con la llegada de la adolescencia.

Sus ganas de explorar el mundo y encontrar la satisfacción interior, datan desde la época del colegio y también cuando finalizaba sus estudios universitarios. Ni el buen pasar económico de su profesión como ingeniero comercial, ni la fotografía -que era su gran pasión-, pudieron apagar esa angustia permanente.

“Pensé que al renunciar al trabajo comercial y el dedicarme  por completo a la fotografía me cambiaría la vida, pero no fue así, seguí sintiendo en mi corazón que éste no era el camino”, señala Jikusan. A esta tristeza constante en su corazón, se sumó el divorcio con su mujer. “En el momento que mi esposa inglesa me abandonó, yo trabajaba de fotógrafo freelance para varios medios internacionales con sede en Londres. Nunca pensé que iba a vivir una crisis como la que viví. No ver más a tus hijos por un largo tiempo es uno de los sufrimientos más fuertes que una persona puede experimentar”, recuerda.

Este hecho y su descontento generalizado por la vida, lo llevó a decidir emprender un viaje de un año (1984) a la India, en busca de una respuesta a tanto sufrimiento y  decepción. Fue ahí donde experimentó por primera vez la meditación.

“Antes de viajar a la India, había investigado y leído sobre la práctica de meditación, pero me enamoré de ella cuando escuché por primera vez a Nube Loca (Crazy Cloud), un maestro maravilloso que conocí en Nepal mientras estudiaba Hatha Yoga en un Ashram”.

Al terminar el año en la India, regresó a Inglaterra a enseñar yoga. Luego de un tiempo dedicado a esta disciplina volvió a Chile, pero inmediatamente tuvo que emprender un nuevo viaje, ya que un medio internacional le había pedido ir a Japón para realizar un reportaje del zen. “Sorprendentemente no quería ir, no me gustaba la comida, no sabía el idioma y estuve muchas horas y días buscando información sobre monasterios, que no encontraba por ningún lado. Se me hizo muy difícil, pero aún así decidí partir”, asegura con una sonrisa.

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Después de mucho indagar en Japón, averiguó que había un monasterio donde se practicaba el zazen, lugar al que iba por dos semanas y terminó voluntariamente enclaustrándose por 10 años.

“Pensaba en hacer el reportaje y continuar visitando lugares alucinantes e investigando otros temas, pero pasaron días, semanas y meses y no me podía ir del monasterio, estaba completamente alucinando de alegría”, sonríe.

A pesar de no conocer mucho el idioma japonés y tener que acostumbrarse a exigentes rutinas diarias (se levantaban a las 3.30 a.m de la mañana y seguía con una seguidilla de actividades hasta las 9 p.m). “No me costó tanto adaptarme, ya que la meditación que se practicaba ahí se transmitía por la presencia del maestro Hara Tangen Daisetsu Roshi, y a partir de rutinas de silencio constantes”, explica.

Para Jikusan -nombre que le dieron el día que se ordenó monje (1992),   que significa «la compasión del cielo»-, el cambio de vida no le fue duro, por el contrario, fue una sincronía maravillosa. «Era lo que necesitaba, lo que me hacía sentir lleno y feliz. Cuando uno adquiere la meditación como un estilo de vida, uno se da cuenta que no necesita nada, que lo tiene todo”, asegura mientras mira el mar.

Así, este reconocido fotógrafo internacional se transformó en un monje zen y cambió los lujos, viajes y vida social, por largas rutinas de meditación. Había semanas donde salía a mendigar para practicar la humildad y donde logró lo más importante, porque se sintió pleno por primera vez en su vida.

jikusan

El poder de la meditación

Tras años retirado del mundo, fortaleciendo su espíritu y conociendo lo más profundo de su ser dentro del monasterio, Jikusan recibió una visita de un chileno, quien había visto un reportaje en televisión acerca de la vida de este nuevo monje zen. Este hombre, que era abogado, lo invitó a volver a Chile para formar una sala de meditación en un pequeño hotel ubicado en el Valle del Elqui. Este encuentro fue una gran coincidencia porque, dentro de sus planes, estaba volver a su país natal para enseñar lo que había aprendido durante tantos años.

Si bien aceptó la propuesta del abogado, se demoró más de un año en llegar a Chile. Antes recorrió monasterios por Tailandia, China e India, y volvió a Inglaterra para entregar las herramientas principales de meditación a otras personas.

“En ese tiempo me dediqué a ayudar a los demás, a demostrarles el gran poder que tiene la meditación y que el trabajo de la espiritualidad es fundamental para la vida. Fue ahí también que dediqué tiempo a buscar a mis hijos a quienes no veía hace 15 años y los extrañaba muchísimo»

En esta infinita travesía, en el 2011 decidió volver a Chile y aceptar la oferta de inaugurar una sala de meditación, que no se prolongó por mucho tiempo. “En el lugar donde estaba ubicada la sala no había tranquilidad, mucha juerga por las noches, por lo que fui entendiendo que no era el lugar adecuado” , declara Jikusan. Ese año también dedicó parte de su tiempo en llevar la práctica de meditación a las cárceles de la Serena, Iquique y Arica.

Luego de esta experiencia, nuevamente se le presentó la oportunidad de viajar a conocer una serie de monasterios en Oriente, durante dos años. En ese viaje, mientras pasaba por Bangkok, se encontró con una amiga chilena muy cercana, la cual le dio la idea de formar un centro -lo que hoy es el Zendo-, en una casa que ella tenía en la costa central. Él, muy agradecido, lo aceptó. «Para mí, la idea de formar El Zendo no nació en Tunquén, sino que mucho antes, pero esto me dio la posibilidad de tener algo mío, algo propio y por eso estoy muy agradecido», comenta con felicidad el monje.

A sus 67 años se siente tranquilo, en paz y disfruta de la visita al Zendo de todas aquellas personas que quieran profundizar en su vida interior y aprender acerca de la meditación,

«la práctica de zazen es el único camino que nos lleva al reencuentro con nuestro verdadero origen», destaca.

¿Te gustaría conocer al primer monje zen en Chile y poder vivir una hermosa experiencia en el centro de meditación el Zendo?

Contacto: elzendo@gmail.com / http://www.elzendo.cl

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